Todavía no he logrado hallar
el vértice oculto
del trabajo desmoralizador,
aún sin espinas, ni espacios,
aún sin un grito que salpique las ausencias.
Todavía encerrado en un cubo,
tratando
de oscurecer las paredes,
todavía los agujeros del techo,
maderas hinchadas por la humedad,
arropando vértigos.
Todavía con el síndrome de infinitos
espero proyectarme sobre el vidrio de un plato sin comida,
aun escalonado,
aún con limitaciones recurrentes.
Todavía esa duda
entre el pretérito y la verdad,
en la cúspide del anagrama,
en la húmeda retina las imágenes de ensueño,
las alas de este relleno ambiguo.
Y todavía por llegar
un solo ojo rodando por el aire,
un reloj desarmado, haciendo las cuentas para desatar,
aún sin largas constelaciones,
aún sin final.
Aún no logro hallarme en ese espacio empedradísimo que llaman "existencia"