Un bote de irregularidades levanta su flameante bandera mientras los dorados reflejos del agua pintan el viento deslizado. Se corre de lugar una sirena de cuello verde y cola radioactiva; tal vez debería tener un nombre para no desparramar su falta de identidad por todo el salón dejando gemidos como huella y una aguja de temperamentos como presente inmediato.
Los edificios comprobaron la distribución de necesidades en el ocaso de un día anterior, reduciendo así las internacionales naciones. Espectaculares procesos técnicos, nuevos desarrollos del conocimiento, garrafas de plástico cargando con las tareas del hogar. Una chica enamorada sucedió resplandeciente entre las sombras del dominio otoñal, rellena de nuevas formas, de explicaciones sobre los genitales del sol…hasta que se agotaron sus palabras y su boca se llenó de blasfemias.
Migajas de idiomas facilitaron, en vano, la comunicación entre las diferentes comunidades; ni siquiera se esforzaron por establecer diferencias, los cambios culturales son vocablos ingleses con intentos de progreso. De a poco todo fue cambiando y el exterior se volvió de un material sensible, como depresión, o algo parecido-las rosas amarillas lloraban por el polen, eran alérgicas a la lamparita de un farol- gritaba el borde de un ejemplar del corazón con convicción elegante, al mismo tiempo que caía el mediodía sobre la avenida Libertador. Alguien sabe dejar, bajo las espinas, gotas de imágenes, como estatuas, siempre estáticas, siempre pacíficas-alumbradas con la muerte de millones de miradas que pasean gratuitamente por la famosa estancia del desvío. Desde allí se huele con dificultad un aroma homogéneo que se encuentra presente gracias al accionar de un animal que cerró las puertas del manicomio para mí. No parece ser mi mascota preferida, más bien parece la fábrica de silencios reprimiendo condiciones de admisión, doliendo el contacto hacia delante de una nebulosa menor a la que hoy me llama desde su cubículo.Incompleto…