martes, octubre 10, 2006
Más basura...
Es que hoy no llegaron las sobras del eterno rebote de las palabras que leen los más sabios y también los más ignorantes; llegaron cuestiones oxidadas de vientos estructurados que pasaban como una procesión de ideas en los pasillos de mi cerebro y parecían un escaparate, una salida hacia la entrada del oblicuo tramo de finales.
Parecía ignorar tantas cosas que descubrí que ignoraba muchas más, contando desde las cosas nuevas que crecieron con diferentes formas y energías, algunas con la potencia del agua cayendo en un gran temporal, otras como la lava de un volcán deslizando muerte, hasta la pared donde chocaban las no respuestas de las preguntas que nunca formulé; y de ésta manera creí que era posible confundirse un poco más con los textos que leía preguntándome, enojado conmigo mismo, “¿¡Cómo no se me ocurrió esto a mi!?”.
Deliberadamente comencé a mezclar el significado de los idiomas en diferentes colores y efectos sonoros del lenguaje, obteniendo como resultado una eficaz coincidencia de ausencias de conceptos; aquí, hoy, ahora, en este momento y en todos los momentos. Todas las palabras que a partir de YA se me ocurrieron traían consigo como una mancha, una suciedad borrosa que confundía lo que quería decir, con lo que ya había dicho antes y con lo que estaba a punto de ocurrirme (mentalmente, se entiende).
Llegó el momento de responder preguntas, pero al no encontrar los signos de exclamación en el teclado, llámese tecnología, modernismo, distracción, etc. no había respuestas; este fracaso me sirvió para darme cuenta que tampoco había preguntas, pues los signos de pregunta se habían fugado algún tiempo atrás, como presintiendo una opresión o presión sobre su presencia. Sin preguntas, sin respuestas; ahora no quedaba otra opción: afirmar o negar.
Siendo que afirmar se siente más seguro que negar, dediqué unos minutos a mover la cabeza de arriba hacia abajo, mientras mis manos dibujaban palabras sobre el teclado. Ocurrieron dos sucesos. El primer suceso fue encontrar los signos de exclamación. Al pisar fuerte sobre el suelo los objetos que se encuentran desparramados saltan como dándose a conocer. El segundo suceso fue comenzar a creer, peligrosamente, en las afirmaciones. Verdades, mentiras, cabezas de vacas sangrando, edificios fuera de lugares, cayéndose, programas favoritos de tv sacados de programación, y otros movimientos parecidos: amores aleatorios.
En las negaciones no ocurrió nada igual, no hubo decisión al pasearme por los laberínticos estados de oscuridad, pues para ver el signo menos en la imaginación es necesario mucho vacío de colores y una saturación nula o casi nula. El piso barrido volvió a ensuciarse, la radio estalló, las velas se apagaron, el reloj comenzó a mover sus agujas para el lado izquierdo y los sistemas de ventilación se cerraron.
Pobre y desquiciada quedó la hoja blanca llena de letritas negras. Tuvo que poner en funcionamiento un plan para no desaparecer, para no desteñirse con el viaje de las letras del teclado hacia la pantalla, hacia su blanca vacuidad. Ahora yo escribía y la hoja seguía en blanco. Se estaban burlando de mi; una plantita con más vida que cualquier ser vivo seguramente manejaba los controles del aparato para descontrolarme, agarrar ese plástico con nombre de ser vivo y pisarlo hasta ver sangrar sus cables de chispas amarillas.
Una escena inolvidable que espero que termine cuando empiece a ver las letras nuevamente sobre el monitor, sobre la hoja blanca, sobre el aparato nervo-estimulador.
 
Creado por marianitooo a las 12:33 p. m. | Permalink |


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