Despreciando mi sangre, se estiró hasta infligir dolor de sien. Dolor, que antes te llamabas alegría y dejabas sonrisas como huella; dolor que protestabas cuando nadie sentía las pisadas de humo que enorgullecían tu estilo. Yo sé que ahora sabes mejor que nadie acerca de esa forma tan peculiar, para conquistar a las personas (desde la cabeza hasta el otro extremo); y si te dejo seguir, sé que pronto vendrás a mi encuentro y me dirás lo siento y yo te diré que también lo siento, que lo siento más profundo que cualquier dolor. De nada sirve que ahora queramos vernos felices, de nada sirve tu arrepentimiento, ni tu angustia anterior que se llamaba ALEGRÍA.