No sé estar mejor. Hoy me olvidé de hoy.
Recuerdo cuando leía poemas y escribía inconsciente; recuerdo cuando posaba para el cielo, luego de sus flashes de lluvia.
No podía hacerlo mejor. Aún con más tiempo entre mis días, negaba profundamente la conciencia; con el pecho abierto, respiraba las cenizas de una frustración nueva, como todas las demás, y susurraba a mis oídos una insistente melodía que se me acababa de ocurrir.
Pensar nunca tuvo sentido y a pesar de esta contradicción, razono mi muerte, eterna, azul, e intensamente refrescante (como todas las muertes).