jueves, julio 06, 2006
Lluvia gris

Animales muertos sobre un colchón de esponjas en el medio de la calle y el olor mojado por la lluvia gris. La lluvia gris tiene aletas, como de pescado, con las cuales detiene el viento al bajar; son como piernas acalambradas de deportistas que nunca dejan de lastimar estadios. Son ruedas cuadradas de madera hinchada por la lluvia gris que van de aquí para allá congregando multitudes, pueblos furiosos dentro de botellas (como los barquitos) que llegan a la plaza principal flotando sobre las calles inundadas por el agua de la lluvia gris.
Niños tosiendo, hermanos y tíos peleándose, padres y madres nadando alrededor del monumento de quién fue el fundador del pueblo. Perros y gatos mojados ladran y maúllan desde las terrazas de los edificios. Una balsa de plástico blanco esquiva las olas que rebotan contra los edificios humedecidos por la lluvia gris.
Pedidos de auxilio apagaron las sonrisas preconcebidas por los hombres viudos, por los huérfanos de alegrías; payasos con el rostro pálido y su maquillaje corrido por el frío de la lluvia gris, que comenzaba a ausentarse ahogando a una sirena con el aire del mundo.
Espejos rotos en las escaleras del monumento, miles de peces muertos, comida para gatos hambrientos que esperan el desagote del agua por las alcantarillas del universo para bajar a comer las muertes…
Fue como un dolor de cabeza siniestro, una enfermedad y alucinaciones; ver toda esa evolución activa de materiales desiguales sumergidos en brillosas transparencias y aflorando luego de protagonizar la catástrofe más fría de sus vidas. Fue ver la procesión, la marcha de regreso a sus casas sin la lluvia gris, sin botellas, caminando sin aguas.
Sinfonías de cadáveres daban su apellido a los túneles de acero que se encontraban regalando ropa seca, alimentos de ballenas, colchones limpios de animales muertos; todo para que su universo de jarabe cesara sus quejas de una vez por todas. Pretérito pluscuamperfecto de la verdad, -parsimonioso estado de angustia- inmigración de conflictos. Fue como estirar los ojos morbosos de la incredulidad, los rencores de plastilina y ahondar la imaginación hasta los lugares más recónditos de la miseria, derrochar imanes de esperanza y patear cajas de zapatos importados.
Las fotografías que sacó el cielo en el momento de la procesión fueron reveladas en el crepúsculo de los dioses para transformarse en cuadros de bienvenida, con recuadros de oro. Se colgaron sobre la avenida más grande para recordar el día en que el pueblo se divirtió con la lluvia gris, lloró sus penas y sus niños aprendieron el peligro de la sinceridad y su neutral descendiente. Mentiras.
 
Creado por marianitooo a las 5:55 p. m. | Permalink |


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