domingo, octubre 22, 2006
Accidente
¡Allí! ¡Está justo allí! y hasta creo que un día pude tocarlo, agarrarlo…esta petrificado mirando de reojo un tren de cargas que se descarrilaba y caía raudamente en el infierno; “¡Las palabras son como el dinero, no tienen dueño!” alcanzó a gritar el único pasajero que nunca bajó. Una tragedia. Algo que significaba muchas cruces de madera en forma de círculos, en un campo verde. Las sales del fuego frío echaron humos en desniveles sentimentales, una señora que pasaba escuchó el ruido y se ahogó con las palabras… ¿Están cayendo las rocas junto al tren? ¡Todo va a saltar, huyamos!
Chispas desde lo alto de las montañas hasta las cruces de madera. Tiempo pasado y tiempo futuro. Desde arriba hacia abajo. La tierra marrón se mezcla con el rojo vivo del infierno muerto…Satanás dormía tranquilo hasta que se produjo el accidente ¿O deberíamos llamarlo violencia? Lo único que sé es que ya no hay paz y que tampoco habrá transporte por un tiempo largo, hasta que se apague el fuego quizás.
Acción. Derretir el pasto y pintarlo de color negro es igual que quemarlo, y por esa causa murió el Rey; hizo una mala maniobra dando saltos de resortes sobre todos los rieles. Una vista resbaladiza y la marca de los giros que siguen hasta el subsuelo del mundo; el incremento inocuo de la temperatura comenzó a sentirse. El telón se abrió en llamas como desafiando a los nuevos protagonistas del escuadrón. Al grito de “¡échale arena, échale arena!” se disipó el público presente, temeroso por lo que podría llegar a ocurrir. Al destino que no sabe disculparse, dos cosas le quedaron de más y no podían encontrarse: un témpano de hierro oxidado y el último vagón del pedazo de cenizas quejándose por el dolor de la caída.
Hubo un largo silencio entre el suave ruido de la explosión y su primera repetición. Los nombres de las salidas, los carteles en escalera se mancharon con el líquido sangriento que salpicaba el fondo del dilema. También recuerdo un perro suicidándose, al ver que su dueño lo asesinaba; lloraba.
Cualquier sospecha que pudo realizarse arrastró la culpa hacia las ruedas del ferrocarril (es la última vez que pienso formar parte de una locura semejante, aunque sea perceptible la gloria y el cielo, no me voy a dejar lastimar con un fuerte golpe de aceros y cosas pesadas). Un tribunal condenó a cadena perpetua al semieje de la maquina, pero no pudo cumplir la condena ya que se había partido en tres en el accidente y no había condena para 3 pedazos de semieje.
 
Creado por marianitooo a las 12:33 p. m. | Permalink |


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